
Observando a Ana a través de la notebook
Observando a Ana a través de la netbook
Todavía vivíamos en Buenos Aires después de casados con Ana, pero ya en esa época yo viajaba bastante al interior.
En uno de esos viajes se me ocurrió invitar a mi esposa para que me acompañase. Era una ciudad cercana, así que fuimos en nuestro auto.
Como habíamos llegado a media tarde, luego de instalarnos en el hotel, salimos a tomar algo. Entramos a un café y yo me senté mientras ella iba al baño. Grande fue mi asombro cuando Ana al volver eligió otra mesa…
El mozo la atendió enseguida. Pude ver de lejos que Ana le sonreía mientras hablaban. Alcancé a oír que el muy caradura la invitaba salir y, para mi sorpresa, Ana aceptaba encantada…
Un rato después el mozo se acercó a decirle que pasaría a buscarla por el hotel a medianoche. Mi esposa asintió, diciendo que le parecía fantástico…
La vi alejarse por la vereda meneando las caderas, mientras el tipo se asomaba a la puerta y disfrutaba de ese espectáculo. Al doblar la esquina me reuní con Ana
Esa noche, mientras preparaba la ropa para su cita, Ana se mostraba por demás nerviosa. Estaba bastante inquieta y eso me llamaba la atención…
“Tanto te calentó ese tipo?” Me animé a preguntarle.
“Es que no viste el bulto que tiene entre las piernas…” Dijo ella sonriendo.
Cuando Ana terminó de bañarse, vi que se había puesto la tanga colaless más diminuta que tenía; eran apenas unos cordones atados entre sí.
Mientras se colocaba el vestido negro por encima de los hombros, me acerqué a acariciar su cuerpo, pero ella me alejó enseguida, diciendo:
“Esta noche se mira y no se toca…”
Para eso yo había escondido en la habitación una cámara que transmitía y filmaba toda la zona cercana a la cama. Le señalé la ubicación a Ana, para que mirara la lente cada tanto…
“Ah, no vas a perderte detalle, pajero…” Dijo con sarcasmo.
También le dije que iba a dejar el teléfono celular de ella abierto, para poder escuchar todo lo que iba a pasar en esa habitación…
Cerca de la medianoche bajé a la calle y me acomodé en mi auto, listo para poder seguirlos cuando ellos salieran
El tipo llegó puntual, estacionó su coche a unos metros por delante de mí. Entró al hotel y unos minutos después volvía a salir abrazado a Anita.
Le abrió la puerta del auto y aprovechó para sobarle el culo a mi esposa cuando ella se sentó. Se dirigieron a un bonito restaurant cercano, donde cenaron mientras conversaban y reían.
Cuando terminaron la cena, antes de que ellos salieran del lugar, arranqué mi auto y regresé a estacionarme frente a la entrada del hotel. Unos minutos después llegaron ellos, mientras yo encendía mi notebook y la cámara en línea.
Apenas entraron en la habitación, pude escuchar lo que decían por el celular de Ana: “Te voy a destrozar…” Dijo el tipo ya de entrada…
“Con eso que hay allí…” Dijo Ana y yo me imaginé su mano en esa pija.
De repente aparecieron ambos en la imagen. Estaban besándose a lo loco, las manos del tipo apretando el culo de Ana, que lo tomaba del rostro y se ocupaba de continuar el beso. Él comenzó a bajarle el cierre del vestido, mientras ella le desprendía la camisa.
Con un suave movimiento el vestido se deslizó hasta el piso y Ana quedó solamente con su tanguita de hilos diminuta y sus zapatos de taco alto.
Mientras el tipo seguía acariciando el ahora desnudo culo de Anita, ella intentaba desprenderle el pantalón a él, jugando desesperadamente con sus delicadas manos.
Finalmente él quedó en bóxer, donde se notaba un bulto realmente grande e hizo que Ana girara. Una de sus toscas manos la tomó por el vientre, para apretarla contra su verga endurecida, mientras que con la otra le acariciaba las tetas desnudas. Ana gimió de placer y luego miró a la cámara sonriendo, sabiendo que yo la estaba mirando en ese momento.
“Te gusta mi culo?” Preguntó ella ronroneando, sin dejar de mirar a la cámara, lo que me provocó el inicio de una dolorosa erección…
“Si, putita, me encanta tu culo… te lo voy a destrozar con mi pija…”
“La siento muy dura” Continuó Anita, siempre mirando hacia la cámara.
Mi esposa respondió frotando su culo contra la pija endurecida de él, luego decidida a tomar el control giró hacia él y le bajó el bóxer. Entonces una enorme verga bien erecta asomó, haciendo que Ana sonriera complacida…
“Es…enorme, más de lo que imaginaba…”. Exclamó ella, sorprendida…
“Y eso que todavía no te la clavé en esa concha hermosa” Agregó el tipo.
Ana se lanzó sobre la pija, comenzando a devorarla con ganas. Yo podía ver su cabeza subiendo y bajando a lo largo de semejante tronco y ella cada tanto tomaba aire y miraba burlona a la cámara…
De repente el hombre gimió y tomó la cabeza de mi esposa entre sus manos, alejándola de su verga. Tomó a Anita entre sus brazos y la depositó sobre la cama, boca arriba. Elevó las hermosas piernas de ella y le deslizó la tanga hasta quitársela. Luego se acomodó entre sus muslos y muy lentamente comenzó a penetrarla con esa verga dura y enorme…
Mientras suspiraba hondo sintiendo cómo la clavaba contra la cama, Anita giró la cabeza hacia la cámara, pero con los ojos cerrados. El tipo la sometía a unos buenos golpes de pija, con lentitud, como queriendo llegar hasta el fondo de esa dulce vagina.
Mi esposa con sus manos intentaba sostener esas arremetidas, como si quisiera detener esas hondas penetraciones. Yo podía escuchar con claridad sus quejidos y gemidos, más de dolor que de placer…
“Me vas a partir en dos, hijo de puta…” Le susurró, caso llorando.
Pero el turro continuaba bombeando imperturbable, mirándola fijo a los ojos, dominándola momentáneamente. Los gemidos y gruñidos se mezclaban en mis oídos. Ana estaba gozando tremendamente y eso me arrastraba a mí a una poderosa sensación de excitación…
Por largos minutos el tipo siguió a ritmo lento, haciendo que Anita gozara como una verdadera perra. Cuando pude ver que ella comenzaba a sentir la erupción de un tremendo orgasmo, el hombre se detuvo titubeando.
“Por favor, no pares justo ahora…” Le suplicó Ana, al borde del éxtasis.
“Date vuelta, te quiero coger en cuatro…” Dijo él por toda respuesta.
Ana parecía algo fastidiada, pero enseguida se puso en cuatro patas como le fue indicado: Miró hacia atrás, esperando que el tipo la penetrara para permitirle acabar su goce…
El hombre la tomó por la cintura con una mano y con la otra apuntó su verga entre los labios vaginales de Ana, volviendo a penetrarla con violencia, de un solo empujón…
Ana entonces cayó de bruces sobre el colchón, escondiendo la cara bajo una almohada. Su culo en alto fue sostenido por las gruesas manos del tipo, que se afirmó y comenzó a embestirla sin compasión.
Las arremetidas comenzaron a ser cada vez más violentas; Ana parecía a punto de estallar, gritando a todo pulmón una mezcla de quejidos de dolor y aullidos de placer.
“La siento enorme y muy dura…” Dijo ella en un momento.
“Te gusta?… a todas las putas les gusta que me las coja así…” Dijo él.
Siguió bombeando y Ana recibió sus embates absolutamente entregada…
Yo sabía que estaba a punto de acabar; sus gemidos y quejidos cada vez eran más audibles, su boca abierta no dejaba de exhalar y sus manos se cerraban estrujando las sábanas. De repente el tipo volvió a detenerse pero sin sacar su verga del cuerpo de Ana. Se la dejó bien metida a fondo y se quedó inmóvil, obligando a Ana a moverse con su culo sobre esa verga, para poder alcanzar por fin su tan esperado orgasmo.
Ana le obedeció sin dudarlo; acabó largamente, aullando de placer. Mantuvo su orgasmo por largo rato, mientras él imperturbable observaba las caderas de mi esposa moverse para él. Frotándose contra su verga…
El tipo parecía que no había podido acabar.
“Podrías sacármela, por favor…” Le pidió Ana, con gesto adusto.
Hizo que su amante se acostara boca arriba y luego ella se montó sobre esa verga todavía endurecida. Apoyó sus delicadas manos sobre el fornido torso y echó su cabeza hacia atrás; señal inequívoca de que estaba sintiendo entrar esa verga otra vez en su humedecida concha.
El tipo la miraba en silencio, disfrutando de los movimientos de Ana sobre su cuerpo. Ella tomó un buen ritmo balanceándose sobre él. Buscaba hacerlo acabar a él, pero pronto Ana cayó en su propia trampa y comenzó a gemir otra vez, mientras sus uñas se clavaban en el pecho del hombre…
“No puedo controlarme… tu pija me va a hacer acabar otra vez” Suspiró.
Y unos segundos después ocurrió. Ana estalló en otro tremendo orgasmo, sin poder controlar el ritmo de sus movimientos y la cabalgata. Acabó gritando como una poseída, gimiendo y aullando sin cesar…
Cuando se calmó, Ana se dejó caer sobre el ancho pecho de su amante.
“No llegaste a acabar” Afirmó sin dudarlo.
“Soy así, puedo estar todo el día al palo, pero me cuesta acabar…”
“Vamos a repetir esto?” Le preguntó el tipo, muy entusiasmado.
“Ni lo sueñes… Soy una mujer casada y para mí fue solo un polvo…”
El hombre pareció decepcionado, pero no dijo nada más. Se levantó de la cama y comenzó a vestirse en silencio. Abrió la puerta y salió de la habitación sin despedirse de mi esposa…
Ana miró directamente hacia la cámara y tomó su teléfono abierto.
“Te gustó lo que viste, mi amor?”
Le dije que era una yegua y que me había vuelto loco verla cogiendo así…
Me dijo entonces que había sido un buen polvo, pero también que estaba arrepentida, porque tenía la sensación de haber cogido con una máquina…
“Quiero diez minutos para una ducha… y tu verga lista para que me cojas”
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